domingo, 20 de julio de 2008

Tu sonrisa era la misma...


Tu sonrisa era la misma. Aquellos dientes blanquísimos continuaban destacando por encima de tu piel morena, y tus ojos, aquellos ojos profundos y oscuros seguían viendo a través de mi como siempre...
Habían pasado 4 años desde la última vez que nos vimos. 4 años huyendo de ti, de tu recuerdo, de mis sentimientos. 4 años buscándote a escondidas, intentando encontrar consuelo en la distancia. La distancia me ayudó a olvidar, o eso creía... Cuando te volví a ver en aquél bar, me pareció que no había pasado ni un solo minuto lejos de tu lado. Me acordé de todo, todo volvió a mi mente y se burló de mi. Volvió ese monte, aquellas estrellas bajo las cuales me juraste... algo imposible. Y volvió ese aire, la brisa de un verano que se va y de un frío que se acerca, las nubes que presagian tiempos tristes, el murmullo de un río que acaricia la tierra a nuestros pies...
También el canto del cuervo, el vuelo de un halcón, y la vista de un paisaje desconocido a nuestro alcance... Sentí de nuevo aquella gran mezcla de sensaciones: El olor a lejos, a libertad, a inmadurez, y el agrio malestar de algo que se acaba sin remedio, el andar despacio para acortar el tiempo, tus manos rozando las mías por error... Y las mejillas ardiendo de rubor, la tarde en llamas! las uñas que arañan la piel por tener que tragar la angustia de la impotencia y el deseo! Volvió de nuevo aquella rabia de conseguir un sueño y despertar en seguida...

Todo lo que temía regresó a mi y escuché su risa, alta y desafiante. Yo te miré a ti, mientras mi corazón palpitaba como antaño. Ante mi seguía teniendo aquel chiquillo que a pesar de todo, seguía luchando por sus sueños, que no se dejaba arrastrar por el pesimismo, que seguía teniendo fe en el futuro... de nuevo te admiré, de nuevo te amé como el primer día y sucumbí.
Sin embargo, esta vez la historia terminó de un modo distinto, porque si tu no habías cambiado yo sí. Yo ya no era la misma chiquilla, débil e inexperta, que un día sedujiste.

Por eso me levanté y te dije adiós. Lo hice con valentía, sabiendo que la herida que abría una nueva despedida no se cerraría jamás. Te miré una última vez mientras te alejabas, y sonreí con amargura pensando que no te resultaría difícil seguir haciendo tu vida, con pena o con gloria, pero sin acordarte de que un día, bajo el cielo estrellado de una noche oscura y lejana diste tu palabra a una desconocida...

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